martes, 24 de diciembre de 2013

Picasso. Tradición y vanguardia.

Un librito delicioso que acompañaba a la exposición de Pablo Picasso en el Museo del Prado, 'Picasso. Tradición y vanguardia' escrito por el comisario de la misma, Francisco Calvo Serraller. Todos los cuadros de la exposición en el siguiente post de Google Plus.

lunes, 16 de diciembre de 2013

La música que llegó del norte


Dicen que el momento más frío del día es el último minuto de la noche o, en otras palabras, aquél inmediatamente anterior a la salida del sol del nuevo día. Cambiando el frío por el descanso es por lo que suelo escribir las entradas de este blog en los últimos minutos del último día de la semana, porque es cuando el punto de relajación y descanso llega a su expresión máxima antes del comienzo del fatídico lunes, pues soy de la opinión de que para escribir hay que estar relajado, tranquilo, sin exposición a las ondas (casi siempre improductivas) de la televisión, sin más injerencia que el ruido imaginario de las palabras saliendo a borbotones de la cabeza. 

Sin embargo, con el disco que traigo hoy hasta aquí es justamente al contrario. Es totalmente necesario ponérselo de fondo para conseguir el estado de tranquilidad y relajación precisos para ponerse a escribir. El disco de hoy es 'Declaration of Dependence', del grupo noruego 'Kings of Convenience'. Que no os engañe la apariencia de 'hipster' de sus componentes (Erlend Oye y Eirik Glambek Boe) y dadle una oportunidad. No os arrepentiréis.


Pese a ser un dúo nórdico, en varias de las canciones se dejan ver unos ritmos muy cercanos a la bossanova, con esa calidez y esas cadencias suaves, serenas y relajadas que pueden llevar al equívoco de que los temas han sido germinados en las mismísimas arenas de la playa de Ipanema. Y nada más lejos de la realidad, pues se han concebido y ejecutado en frías tierras escandinavas. Dos ejemplos de esto que digo serían 'Boat behind' o el tema central del disco 'Rule my world', canción con una melodía sublime y guitarras punteadas que nos trasladarán lejos de la jungla de asfalto, y que sirve como punto de inflexión entre la primera y la segunda parte del disco.

Mientras la primera parte es más animada y con unos ritmos más contundentes, la segunda es más serena y apaciguada e invita a escucharla con tranquilidad. En mi opinión, los tres mejores cortes de la segunda mitad son 'Freedom and its owner', por cuyo piano final merece la pena haber llegado hasta aquí; 'Second to numb', un tema de los de escuchar con la luz apagada y en el silencio de la noche, que cuenta con unas guitarras perfectamente afinadas (y que para mí ha sido el gran descubrimiento del disco); y 'Peacetime Resistance', canción con una espléndida instrumentación de violines, uno de los temas más completos.    

En serio, es una delicia (palabra que me gusta tanto para definir cualquier cosa que roce la perfección). Nadie que se considere amante de la buena música actual debería dejar de escuchar un buen disco como 'Declaration of Dependence', con buenos temas, con una instrumentación muy cuidada y unos intérpretes que al parecer entienden un poco de qué va esto. Una música que llegó del norte y desde varias direcciones.



viernes, 15 de noviembre de 2013

Las emociones dormidas

Foto: blogs.diariosur.es
Era una noche fría de mayo, en un bonito pueblo de la Sierra de Gata (Cáceres), Robledillo de Gata, y Televisión Española todavía podía verse sin que ello resultara ofensivo. Entonces nos pusimos en la piel de las Trece Rosas y la habitación se llenó de sofocos ahogados en el momento en que son fusiladas por la defensa de un ideal y unas convicciones. Todo se volvió oscuro y nos inundó a los allí presentes una pena infinita por ser testigos de esa injusticia (aunque fuera a través de una película). 

Todos esos sentimientos, esas sensaciones, no me las produjo ninguno de los minutos del metraje de 'La voz dormida', y no porque no haya momentos muy duros ni porque sea una mala película, pero no consigue transmitir nada (o muy poco) de lo que se supone que quiere hacer llegar al espectador. Como digo es una muy buena película: cuenta con un excelente reparto y dirección, magnífica ambientación y recreación histórica y por supuesto una historia que en otras circunstancias hubiera resultado muy conmovedora. Pero no acaba de enganchar en ningún momento, y lo malo es que a día de hoy no sé que es lo que falla.


La película está basada en el libro del mismo nombre de la desgraciadamente fallecida Dulce Chacón. Ella sí supo reflejar como casi nadie los estragos de la guerra, y de como ésta puede separar familias, incluso durante generaciones. Los protagonistas son dos maquis que se enamoran de dos hermanas a las que la lucha contra los fascistas desde la clandestinidad de aquéllos y el amor que va creciendo entre los mismos llevará a casi todos al camino de la perdición. Al final, pese a la locura irracional que supone la guerra, si el amor tiene una base sólida sobre la que sustentarse será capaz de pasar por encima del tiempo y las adversidades. O eso es al menos lo que parece querer decirnos Benito Zambrano al término de la cinta. Y esa es la principal diferencia con 'Las 13 rosas', donde no hay lugar para el optimismo en ningún momento. 

Foto: labutaca.net
Lo mejor de la película es, sin duda, María León y toda su interpretación a lo largo de la cinta. Literalmente, "se come la película", la hace suya, dejando muy pequeñitos al resto de actores que la acompañan en el reparto. Su fuerza interpretativa no decae en ningún momento. Es una actriz a la que hay que seguir los pasos.


En definitiva, una buena película, con todos sus elementos, pero que no consigue emocionar como otras de su género. Es recomendable, sólo por comprobar si uno lleva razón o no. Seguramente no. O sí...

domingo, 27 de octubre de 2013

Día 7: San Martín de Luiña y el Mirador de Salamir


El séptimo día ya empezamos a notar esa morriña tan característica que nos entra cuando toca abandonar el Norte (la saudade, que le llaman los gallegos y portugueses). Por tanto, después del preceptivo (y último) baño en la Playa de San Pedro nos encaminamos a degustar nuestra última comida en tierras asturianas. En la misma íbamos a estar acompañados de nuestro querido amigo Javier, que haciendo gala de una hospitalidad propia de esta maravillosa tierra nos invitó a comer. Él ya sabe que tiene una invitación esperándole en Madrid, para cuando la quiera hacer efectiva, porque a personas como él y su esposa Yolanda, se les recibe con los brazos abiertos en cualquier sitio, pero sirvan estas líneas para que conste por escrito.

El caso es que comimos en el Restaurante 'El Rosal', en San Martín de Luiña, pueblo que destaca, además de por su privilegiado enclave, por la historia que encierran sus valles y, sobretodo, los muros de su iglesia, como veremos a continuación. Podría decirse que las fabes que nos pusieron de primero son unas de las mejores que hemos comido nunca. Estaban en su punto justo de cocción y el compango que las acompañaba era espectacular. Servida en su correspondiente cazuela para compartir, era un delito no repetir, así que lo hicimos. De segundo, cometimos el error de limitarnos a probar los escalopines sin pedir también el picadillo, que tenía una pinta estupenda, por lo que veíamos en mesas contiguas. Todos los platos se sirven en grandes cantidades, aptas para compartir, y además el dueño te pregunta si quieres repetir, sin ningún coste adicional. Los postres son caseros y se encuentran a la altura del resto de la comida. Pedimos arroz con leche y tarta de queso con arándanos, al igual que nuestros acompañantes. Con los cafés fueron en total 40€. En definitiva, una calidad-precio excelente.

Con el estómago lleno nos dirigimos hacia la Iglesia de San Martín de Tours, santo cuya advocación da nombre a esta iglesia, de la cual habíamos leído cosas bastante curiosas. Se encontraba cerrada, por lo que nos tocó ir a buscar al párroco del pueblo para que nos la enseñase. Hemos de agradecer desde aquí la disposición mostrada por aquél y las explicaciones tan detalladas que nos ofreció en cada uno de sus puntos. Aunque pudimos notar alguna que otra crítica velada por su parte hacia el ex-presidente Zapatero (¿?) la corrigió rápido al percibir que la audiencia no era de su cuerda ideológica. Es una pena que por el ritmo tan frenético con el que nos llevaba por las distintas estancias no me diese tiempo a tomar ninguna fotografía del interior (el exterior no tiene gran interés arquitectónico), por lo que recomiendo a quien tenga interés que si pasan por la zona se detengan media hora para conocer la curiosa historia que encierran sus muros.

San Martín de Luiña se encuentra en plena comarca de las brañas vaqueiras, por lo que su historia va indisolublemente ligada al devenir de los habitantes de aquéllas. Al parecer, la convivencia entre los habitantes del pueblo y de las brañas no era todo lo pacífica que sería deseable, ya que, entre otras cosas, tenían intereses comerciales enfrentados. Por eso, y para no negarles rotundamente la entrada a lugar sagrado, se estableció una franja de piedra en el suelo de la iglesia que los vaqueiros no podían traspasar y que servía, de facto, como barrera física con el resto de habitantes con la siguiente inscripción: "No pasar de aquí a oír misa los baqueros". El párroco intentó contarnos una historia bastante más dulcificada, pero que no resultó muy creíble, sobretodo por los encontronazos lógicos que se presumían en esta región.

También nos contó cómo se separaban dentro de la iglesia las lápidas según el estatus social del fallecido (solteros, casados, célibes, no célibes, vaqueiros, habitantes del pueblo, etc.). Llama la atención la aquí la siguiente inscripción: "División de sepulturas entre forasteros y baqueros". Los retablos, el principal y los laterales, también tienen gran interés artístico, así como los vanos de la sacristía, cuyas conchas situadas en la coronación de los mismos no pueden disimular que nos encontramos en el Camino de Santiago, o mejor dicho, en uno de ellos.

Tras visitar el templo, y ya que todavía quedaba mucha tarde, decidimos, una vez que llegamos a Salamir, ir dando un paseo hacia el mirador que hay en la carretera que conduce a la playa, donde habríamos de despedirnos del Cantábrico un año más. La lluvia también quiso despedirse de nosotros e hizo acto de presencia en cosa de cinco minutos, chafando también un concierto que se escuchaba en la playa de San Pedro. 


A la mañana siguiente saldríamos pronto, dejando atrás esta maravillosa tierra y sus gentes.

domingo, 13 de octubre de 2013

Día 6: Playa de San Pedro de la Ribera (Salamir)




El sexto día, notando que ya nos quedaba muy poco para volver a Madrid, decidimos dedicarlo para estar todo el día en la playa. Y aunque el tiempo no acompañaba nada, pues hacía frío y estaba muy nublado (mientras en la Villa y Corte estaban a 40 grados a la sombra), la playa ofrecía unas estampas maravillosas, ya que a la bajamar había que sumar la ausencia de 'bichos' que estropeasen las fotografías. 







Alguna de ellas me recordaba a un afamado cuadro del pintor romántico Caspar David Fiedrich, llamado 'El Mar de Hielo'. Comparad vosotros mismos.



Esa mañana, se estaba tan agusto sin personas que hasta las gaviotas y los perros aprovecharon para darse una vuelta por allí, y tomar, no el sol porque no había, pero sí el fresco.



Por la tarde, el tiempo fue más benevolente, y pude seguir disfrutando (con menos frío) de mi lectura veraniega: 'Quattrocento', de Susana Fortes.


Al día siguiente, el último por tierras asturianas, haríamos nuestra última incursión por tierras vaqueiras, hasta San Martín de Luiña, y su 'polémica' iglesia.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Día 5: Cudillero, Playa del Silencio y Punta de Malperro


La mañana del quinto día estuvimos en la Playa de San Pedro, quizá para resarcirnos del día de perros anterior. Y aunque el agua estaba helada, como es lógico, estuvimos hasta la hora de la comida. Ese día elegimos para comer un restaurante recomendado por nuestro gran amigo Emilio: Restaurante Maribel (Piñera). En él podremos disfrutar de una excelente comida casera con el mejor sabor de la tierra asturiana. De primero elegimos unos garbanzos con bacalao, que no nos quedó más remedio que repetir de lo deliciosos que estaban. Bajo la atenta mirada de los Guardias Civiles que habían elegido para comer el mismo sitio que nosotros, por fin pudimos probar el cachopo de lomo, que es famoso por estos lares, y servido con patatas fritas cortadas (no de bolsa), lo cual es todo un detalle. En cuanto a los postres, caseros, nos decantamos por requesón y tarta de queso. Junto con los cafés nos costó menos de 25€, por lo que es un sitio totalmente recomendable por su relación calidad-precio.


Aprovechando que terminamos pronto de comer, nos dirigimos hasta Cudillero para visitarlo de día, esta vez. La mejor manera de acometer la visita de este bonito pueblo es siguiendo la denominada 'Ruta de los Miradores', desde los cuales obtendremos unas vistas espectaculares del pueblo, del puerto, del faro y de su entorno, en definitiva. Esta ruta la podemos encontrar en unos mapas editados por el Consistorio local y que se reparten en la Oficina de Turismo que se encuentra junto a los aparcamientos. El itinerario recomendado sigue este orden: Mirador de 'El Baluarte', Mirador del Contorno, Mirador del Pico, Mirador de Cimadevilla, Mirador de la Garita-Atalaya y Mirador de la Estrecha. 










No está de más una visita a la Iglesia de San Pedro, en la que podremos contemplar sus maravillosos retablos barrocos. Al salir de la misma podemos asomarnos al Mirador del Palación, desde donde se divisa la Plaza de la Marina con todo su fervor y todos sus restaurantes.



La visita a Cudillero se puede completar con un paseo por el Palacio de los Selgas. En nuestro caso no lo visitamos, pues es necesario pedir cita previa y cuesta unos 15€ por persona, lo cual nos parece un poco excesivo (aun teniendo en cuenta los costes de conservación del edificio y sus jardines).

Salimos de Cudillero cuando aún quedaba bastante tarde por delante, por lo que decidimos ir a ver la Playa del Silencio. Se llega a ella siguiendo por la Autovía A-8 en dirección a Luarca y tomando el desvío hacia Novellana, que se encuentra junto a una gasolinera. Avanzando por el mismo y antes de llegar a aquel pueblo aparece el desvío hacia Castañeras. Una vez allí, el camino a la playa se encuentra perfectamente señalizada, por lo que no tiene pérdida. Antes de llegar hay un aparcamiento (de pago), pero si lo que pretende es una visita breve para contemplar sus vistas podemos encontrar aparcamiento (gratuito) sin dificultad.


La del Silencio es una tranquila y solitaria playa a la que le sobra gente, pero que posee una belleza que nadie puede negar. Se encuentra resguardada por una gran pared de piedra sobre la que se proyectan los rayos del sol al atardecer. A ello hay que sumarle el entorno vegetal espectacular entre el que se encuentra. Al parecer no dispone de servicios para el bañista, por lo que es más recomendable para contemplar sus vistas que para probar sus aguas.



La última parada del día fue la Punta de Malperro, a la cual se accede a pie desde Salamir, por un camino que nos ofrece magníficas vistas del pueblo.



Una vez lleguemos al saliente de tierra podremos divisar la antigua cetárea de Oviñana, el faro del Cabo Vidio y las Playas de San Pedro de la Ribera y de Olios (una diminuta playa perteneciente a Salamir, y que muy poca gente conoce).






Con un espectacular atardecer se despidió nuestro quinto día en tierras asturianas.




miércoles, 18 de septiembre de 2013

Día 4: Ermita de Santa Ana y la noche de Cudillero

Después de una mañana en la que era imposible estar en la playa porque el aire levantaba de tal forma que ésta se clavaba en la piel como alfileres, decidimos que esa tarde era la ideal para alejarse lo más posible del azul del mar y de las arenas punzantes. Y ¿qué mejor manera que empezar a conocer las comarcas vaqueiras que adentrándonos por ellas hasta su punto visitable más alto?

Así, después de comer y de quitarnos de encima los kilos de arena acumulada nos pusimos en camino hasta la Ermita de Santa Ana, la cual se halla enclavada en lo alto de una montaña, que curiosamente se divisaba perfectamente desde el patio de nuestra casa en Salamir. Advertimos desde el principio que no es fácil llegar hasta allí y que es conveniente haberse estudiado el camino, utilizar herramientas como el GPS (que nos será de gran ayuda), y sobretodo agudizar la atención sobre las señales, bastante escasas por otra parte.

La primera parte del camino discurre por la Carretera N-634, a la cual se puede acceder desde la Autovía A-8 tomando la salida a Cudillero. Una vez nos incorporemos a aquélla llegaremos a una recta donde hay un supermercado y una gasolinera. La tomaremos en dirección al pueblo de Muros de Nalón, pero a unos dos kilómetros debemos reducir la velocidad para no pasarnos el desvío que sale hacia San Cristóbal, que se encuentra a 4 kilómetros desde aquí. Una vez que se toma el desvío la carretera empieza a ascender por la ladera de la montaña que nos disponemos a ascender.

En la ascensión atravesamos varios poblados, los cuales suelen tener su nombre en unas chapas blancas de latón a la entrada de los mismos. Todos, excepto Bustiello, que es el que hemos de tomar como referencia para tomar el desvío hacia la ermita. Nosotros supimos de su existencia porque nos lo indicó el GPS, si no todavía seguiríamos dando vueltas buscándolo. Como decíamos, es preciso saber cuándo estamos en Bustiello porque a la salida de este poblado, y habiendo avanzado un kilómetro aproximadamente debemos tomar el desvío que sale a la derecha por una pista de tierra, que durante unos dos kilómetros va bordeando la montaña en la que se encuentra la ermita. Al final de la pista de tierra vuelve el asfalto, por el que avanzaremos hasta el próximo núcleo de población, el cual se encuentra junto a los pies de nuestro destino. Cuando nosotros fuimos, unos contenedores de basura indicaban la subida hacia el templo. Tomaremos este camino ascendente y en unos tres kilómetros nos encontraremos en el aparcamiento de la ermita.


A ambos lados del aparcamiento se levantan dos promontorios que nos ofrecen las vistas más elevadas de la parte occidental del litoral asturiano, pero para ello hay que elegir un día en el que la bruma no se eleve sobre el mar, porque de lo contrario dificultará un poco la visión.

Si empezamos la visita por el montículo que se levanta a la espalda del escenario, veremos que está coronado por una horrorosa cruz de hormigón y una antena de telecomunicaciones (un escenario la mar de atractivo). Afortunadamente, desde arriba todo cambia, abriéndose ante nosotros uno de los paisajes más bellos de todo el Principado: a un lado, el Cabo Vidio, el Cabo de Bustos y todas las paredes de piedra de los acantilados de la costa; al otro, las casitas de juguete de Salamir y Lamuño y las paredes rocosas que dan cobertura a las playas de San Pedro de la Ribera, Oleiros y la Concha de Artedo. Desde esta altura es muy fácil diferenciar dónde se encuentran todas ellas.




Una vez que hayamos vuelto al aparcamiento es de obligada visita la ermita. La ermita en sí, carece de interés arquitectónico, ya que se trata de un edificio moderno con las paredes encaladas. Pero no ocurre lo mismo con las vistas que se obtienen desde esta perspectiva. Dicen que en días despejados se divisa hasta la ciudad de Gijón, pero nosotros nos tuvimos que conformar con ver sólo hasta la Isla de Deva, de la que cuenta la leyenda que esta deidad mitológica vivía sus días tranquilamente en el mar hasta que los hombres se asentaron en el pueblo de Cudillero. Desde ese momento, sacó su cabeza del agua y ésta quedó petrificada junto a sus cabellos frente a la ciudad de Avilés. Algún osado marinero se ha aproximado tanto que aseguran que aun hoy se oye su lamento, que ha conseguido atravesar los siglos hasta nuestros días.


Desde aquí también se puede adivinar el hueco en el que está enclavado Cudillero y la bonita localidad de Muros de Nalón, todo ello albergado por el resplandor de la renovada Avilés.

Antes de abandonar el lugar es recomendable permanecer 20 ó 30 minutos frente al privilegio que se nos brinda desde esta altura, en un silencio estremecedor, sólo roto por las ráfagas de brisa marina, que nos hará sentirnos los reyes del mundo sin necesidad de corona ni capa de armiño.

Cuando dejamos la ermita ya estaba oscureciendo y encendiéndose las primeras luces en los pueblos. Fue por ello por lo que decidimos acercarnos a tener nuestro primer acercamiento con Cudillero (el segundo en mi caso, pues ya lo había conocido hace trece años, al igual que Luarca). Fue bonito reencontrarse con ese pueblo que parece descolgarse por la ladera como esos muelles multicolores que se sueltan por la escalera y van descendiendo por el impulso que la parte superior ejerce sobre la de abajo. Se acababan de encender las luces y ya se dejaba notar el bullicio en su plaza central, al aproximarse la hora de la cena.






No me extenderé aquí mucho más porque al día siguiente volvimos para visitarlo más detenidamente y a la luz del día.