miércoles, 18 de septiembre de 2013

Día 4: Ermita de Santa Ana y la noche de Cudillero

Después de una mañana en la que era imposible estar en la playa porque el aire levantaba de tal forma que ésta se clavaba en la piel como alfileres, decidimos que esa tarde era la ideal para alejarse lo más posible del azul del mar y de las arenas punzantes. Y ¿qué mejor manera que empezar a conocer las comarcas vaqueiras que adentrándonos por ellas hasta su punto visitable más alto?

Así, después de comer y de quitarnos de encima los kilos de arena acumulada nos pusimos en camino hasta la Ermita de Santa Ana, la cual se halla enclavada en lo alto de una montaña, que curiosamente se divisaba perfectamente desde el patio de nuestra casa en Salamir. Advertimos desde el principio que no es fácil llegar hasta allí y que es conveniente haberse estudiado el camino, utilizar herramientas como el GPS (que nos será de gran ayuda), y sobretodo agudizar la atención sobre las señales, bastante escasas por otra parte.

La primera parte del camino discurre por la Carretera N-634, a la cual se puede acceder desde la Autovía A-8 tomando la salida a Cudillero. Una vez nos incorporemos a aquélla llegaremos a una recta donde hay un supermercado y una gasolinera. La tomaremos en dirección al pueblo de Muros de Nalón, pero a unos dos kilómetros debemos reducir la velocidad para no pasarnos el desvío que sale hacia San Cristóbal, que se encuentra a 4 kilómetros desde aquí. Una vez que se toma el desvío la carretera empieza a ascender por la ladera de la montaña que nos disponemos a ascender.

En la ascensión atravesamos varios poblados, los cuales suelen tener su nombre en unas chapas blancas de latón a la entrada de los mismos. Todos, excepto Bustiello, que es el que hemos de tomar como referencia para tomar el desvío hacia la ermita. Nosotros supimos de su existencia porque nos lo indicó el GPS, si no todavía seguiríamos dando vueltas buscándolo. Como decíamos, es preciso saber cuándo estamos en Bustiello porque a la salida de este poblado, y habiendo avanzado un kilómetro aproximadamente debemos tomar el desvío que sale a la derecha por una pista de tierra, que durante unos dos kilómetros va bordeando la montaña en la que se encuentra la ermita. Al final de la pista de tierra vuelve el asfalto, por el que avanzaremos hasta el próximo núcleo de población, el cual se encuentra junto a los pies de nuestro destino. Cuando nosotros fuimos, unos contenedores de basura indicaban la subida hacia el templo. Tomaremos este camino ascendente y en unos tres kilómetros nos encontraremos en el aparcamiento de la ermita.


A ambos lados del aparcamiento se levantan dos promontorios que nos ofrecen las vistas más elevadas de la parte occidental del litoral asturiano, pero para ello hay que elegir un día en el que la bruma no se eleve sobre el mar, porque de lo contrario dificultará un poco la visión.

Si empezamos la visita por el montículo que se levanta a la espalda del escenario, veremos que está coronado por una horrorosa cruz de hormigón y una antena de telecomunicaciones (un escenario la mar de atractivo). Afortunadamente, desde arriba todo cambia, abriéndose ante nosotros uno de los paisajes más bellos de todo el Principado: a un lado, el Cabo Vidio, el Cabo de Bustos y todas las paredes de piedra de los acantilados de la costa; al otro, las casitas de juguete de Salamir y Lamuño y las paredes rocosas que dan cobertura a las playas de San Pedro de la Ribera, Oleiros y la Concha de Artedo. Desde esta altura es muy fácil diferenciar dónde se encuentran todas ellas.




Una vez que hayamos vuelto al aparcamiento es de obligada visita la ermita. La ermita en sí, carece de interés arquitectónico, ya que se trata de un edificio moderno con las paredes encaladas. Pero no ocurre lo mismo con las vistas que se obtienen desde esta perspectiva. Dicen que en días despejados se divisa hasta la ciudad de Gijón, pero nosotros nos tuvimos que conformar con ver sólo hasta la Isla de Deva, de la que cuenta la leyenda que esta deidad mitológica vivía sus días tranquilamente en el mar hasta que los hombres se asentaron en el pueblo de Cudillero. Desde ese momento, sacó su cabeza del agua y ésta quedó petrificada junto a sus cabellos frente a la ciudad de Avilés. Algún osado marinero se ha aproximado tanto que aseguran que aun hoy se oye su lamento, que ha conseguido atravesar los siglos hasta nuestros días.


Desde aquí también se puede adivinar el hueco en el que está enclavado Cudillero y la bonita localidad de Muros de Nalón, todo ello albergado por el resplandor de la renovada Avilés.

Antes de abandonar el lugar es recomendable permanecer 20 ó 30 minutos frente al privilegio que se nos brinda desde esta altura, en un silencio estremecedor, sólo roto por las ráfagas de brisa marina, que nos hará sentirnos los reyes del mundo sin necesidad de corona ni capa de armiño.

Cuando dejamos la ermita ya estaba oscureciendo y encendiéndose las primeras luces en los pueblos. Fue por ello por lo que decidimos acercarnos a tener nuestro primer acercamiento con Cudillero (el segundo en mi caso, pues ya lo había conocido hace trece años, al igual que Luarca). Fue bonito reencontrarse con ese pueblo que parece descolgarse por la ladera como esos muelles multicolores que se sueltan por la escalera y van descendiendo por el impulso que la parte superior ejerce sobre la de abajo. Se acababan de encender las luces y ya se dejaba notar el bullicio en su plaza central, al aproximarse la hora de la cena.






No me extenderé aquí mucho más porque al día siguiente volvimos para visitarlo más detenidamente y a la luz del día.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Día 3: La Playa de las Catedrales, Rinlo, Ribadeo, Castropol, Luarca, Cabo de Bustos y Cadavedo

Aprovechando que las previsiones del tiempo no eran muy halagüeñas nos decidimos a recorrer la parte más oriental del norte de la provincia de Lugo y la más occidental del Principado de Asturias. El hombre del tiempo se equivocó, pero nosotros, al elegir esa opción no, porque pudimos conocer unos pueblos preciosos con unos rincones maravillosos.


Nuestra primera parada fue a unos kilómetros de Ribadeo, en la Playa de las Catedrales. La salida hacia la misma se encuentra perfectamente señalizada desde la Autovía A-8. Aconsejamos acudir temprano, debido a la gran afluencia de visitantes que recalan en ella para visitarla. La visita puede dividirse en dos partes. La primera de ellas discurre por las pasarelas de madera habilitadas para el paseo. Es recomendable ir hasta la más lejana, pues es desde la que se obtienen unas vistas más espectaculares del conjunto de la playa, y no se encuentra muy transitada por los visitantes.