lunes, 14 de abril de 2014

Día 2: Cala Granadellas, Mirador de la Creu de Portixol, Cabo de San Antonio, Paraje de Les Rotes y La Marina de Dènia


El segundo día subestimamos las aguas del mar Mediterráneo en el mes de mayo. Nos desplazamos hasta la Cala Granadellas, atravesando el Parque Natural del Montgó y dejando atrás la ciudad costera de Jávea. Se trata de una cala de difícil acceso, pero merece la pena encontrarla. En un punto intermedio de la carretera que discurre por la costa entre Jávea y Moraira comienza un descenso pronunciado entre pinares de intenso olor, el cual termina en una pequeña explanada de tierra con cuatro casas a un lado y una pared de piedra al otro. El espectáculo que divisaremos mientras dejamos el coche atrás y avanzamos hacia la playa es único en toda la zona de Levante.



Una pequeña playa de cantos rodados, con aguas cristalinas (y en este caso no es una forma de hablar), rodeada de vegetación por donde se mire y un pequeño restaurante que, presumimos, sirve el pescado fresco del que le abastecen las barcas que hay atracadas en el diminuto muelle sobre el agua.

No deberíamos irnos sin pasear por los dos miradores, que nos darán una vista completa de la bahía, y sin sentarnos unos minutos (¿y por qué no unas horas?) a escuchar cómo el agua se introduce debajo de las piedras y las arrastra hacia dentro formando un ligero y delicioso traqueteo que nos tendrá entretenidos el tiempo que pasemos mirando la línea que separa el cielo y el mar. Eso sí, si decidimos bañarnos que sea en Verano o tendremos que asumir el riesgo de coger una hipotermia.



Volviendo sobre nuestros pasos por el mismo camino es necesario detenerse unos minutos en el Mirador de la Creu de Portixol. Desde allí, en una especie de promontorio con una cruz de piedra, se divisa el islote de Portixol y la inmensidad del mar Mediterráneo a nuestros pies. Un intenso olor a pino nos acompañará durante el tiempo que permanezcamos en el mirador.



Siguiendo hacia Dènia y una vez que hemos atravesado Jávea debemos ir con cuidado para no pasarnos el desvío que parte hacia el Cabo de San Antonio, donde dejaremos aparcado el coche junto al faro, a cuyos pies se encuentra un mirador que nos ofrece unas espectaculares vistas de la bahía y del pueblo de Jávea, que bien merecen un rato de espera antes de la deseada y merecida comida.



Aunque también puede optarse por comer en alguna de las arrocerías que se encuentran a lo largo del Paraje de 'Les Rotes', mientras vemos el agua rebotar en estas formaciones de piedra erosionada por siglos y siglos de oleajes.




Por la tarde nos acercamos a una de las zonas más animadas de Dènia: La Marina. Rodeada de un lujo impostado de yates en venta, discotecas de moda con figuras de Buda hechas en plástico de primerísima calidad y restaurantes con ínfulas de modernidad rancia, La Marina constituye un espacio donde la 'jet-set' local puede ahogar sus frustaciones de no poder aspirar a una mayor ostentación fuera de los límites de la localidad. Pese a ello, ofrece un agradable paseo hasta la bocana del puerto y unas espectaculares imágenes del atardecer.