domingo, 7 de febrero de 2016

Una habitación oscura


Como reclamo, el detalle de todas y cada una de las mujeres que han pasado por la vida de un escritor, y la tipología (creada expresamente por dicho escritor) en la que se encuadran las mismas, no parece lo más adecuado desde el punto de vista del marketing. Pero si ese escritor es James Ellroy, la cosa cambia, porque él escribe (casi) todo bien.

A la caza de la mujer trata, como su nombre sutilmente indica, sobre el proceso vivido por Ellroy a lo largo de su vida para encontrar a su otra mitad. Una búsqueda ardua que comienza a una temprana edad, cuando toma conciencia del asesinato de su madre (a la que había deseado la muerte tres meses antes) y su padre le regala unas gafas de rayos X con los que se inicia en el voyeurismo. Con estos dos datos no es difícil llegar a la conclusión de que Ellroy no se crió en una familia precisamente estructurada, lo cual va a resultar determinante el resto de su vida, en su obra y, por supuesto, en la búsqueda de una mujer adeucada.

Más tarde, en su época adolescente, tenía una delicada manera de presentarse ante las chicas que le gustaban, que era allanando sus casas. Todo un galán. Ello cuando no se estaba drogando con una solución de algodón tóxico, hand made.

Teniendo en cuenta su niñez y su adolescencia todo hacía presagiar que la edad adulta de Ellroy no iba a ser un camino de rosas en lo que a experiencias amorosas se refiere. Narra los encuentros esporádicos con Penny en una de las lavanderías que atestan las calles de Nueva York; el primer matrimonio, que acabó en fracaso; la relación con Joan "la Diosa", a la que abandona porque una crisis nerviosa le ataca antes de llegar al altar; o su acercamiento a Karen, casada y con dos hijos, a la que pide insistentemente que "deje al gay de su marido". Hasta llegar a Erika, "Ella", con mayúsculas, su mujer en el momento de escribir el libro.

Escrito con una prosa ágil, como la que caracteriza toda la obra de Ellroy, el libro va perdiendo un poco de interés hacia la mitad, cuando se suceden, unas tras otras, las crisis nerviosas (y los cócteles de ansiolíticos utilizados para apagarlas) que impiden a Ellroy ser feliz junto a una mujer. Por otra parte, el libro se disfruta más si se conoce la obra del autor, pues será más fácil identificar a cada una de las mujeres con los personajes de sus libros. De lo contrario, puede resultar algo tedioso. 

Lo que queda claro es que la relación de James Ellroy con las mujeres ha sido una habitación oscura en la que ha entrado muy poca luz durante toda su existencia. Y así queda plasmado en estas páginas.