sábado, 26 de marzo de 2016

El asesino del cuadro


"Una música triste como cuando llueve en el mar"

Al libro que hoy reseño le tengo especial cariño. Se trata de uno de esos regalos que te hacen los amigos en plena adolescencia con las primeras pagas que reciben de sus padres. Por ese motivo merecía ser leído en una ocasión especial, y por ello fue empezado y acabado durante unas vacaciones en la playa de San Pedro de la Ribera, muy próxima a los pueblos de San Martín de Luiña y Cudillero (Asturias), que cuentan con una gran tradición e historia y, por donde, cada día se dejan caer cientos de peregrinos jacobeos que van recorriendo el Camino del Norte. De ese viaje ya hablamos en detalle por aquí hace unos tres años.


De historia también están llenas las páginas de 'Quattrocento'. Escrito tras la estela de 'El Código da Vinci', por aquello de mezclar hechos históricos y artísticos con situaciones que tienen lugar en nuestros días, lo cierto es que el texto de Susana Fortes contiene una trama muy bien elaborada que, por qué no, podría haber ocurrido así en la realidad del convulso siglo XV florentino.

El libro se estructura en dos épocas bien diferenciadas: la primera es en pleno Renacimiento, cuya acción discurre en las calles de Florencia, y donde se explica el origen del conflicto que desembocó  en el asesinato múltiple tras el cual estaba nuestro asesino del cuadro; la segunda es la época actual, donde Ana Sotomayor, estudiante de Historia del Arte, comienza a investigar de manera fortuita quien fue el instigador de la conjura organizada para desbancar a los Médici del poder en la ciudad florentina. Según se nos cuenta, el ficticio pintor Pierpaolo Masoni (atención al apellido) habría dejado oculto en su cuadro 'La Madonna de Nievole' al personaje que estuvo detrás de la Conjura de los Pazzi contra los Médicis. 

La autora juega muy bien con el suspense y ubica en los capítulos impares los hechos protagonizados por la estudiante Ana Sotomayor, mientras que en los pares narra los acontecimientos de 1478 que acabaron con el baño de sangre en la Catedral de Florencia. Hasta más allá de la mitad de la novela el suspense va in crescendo y se mantiene equilibrado en ambas épocas, pero a partir de un determinado momento los hechos se precipitan en el siglo XV y la época actual pierde algo de interés. A pesar de ello es interesante como se tratan los aspectos que quieren impedir que nuestra estudiante resuelva el misterio oculto desde hace 500 años (por otra parte, como se verá, clichés de este tipo de novela que pueden cansar y repeler un poco por el abuso y la poca seriedad con la que han sido tratada en estos últimos años): la masonería, el Vaticano, la banca asociada a la Iglesia Católica, etc.  

Son destacables los pasajes descriptivos del motín y la crudeza de las imágenes a él aparejada, pero también de la vida cotidiana de Florencia, e incluso de la vida académica de la que Ana Sotomayor es partícipe en su condición de estudiante. Valgan estos dos ejemplos:
"La vaharada  que al mediodía empezaban a despedir las opulentas cocinas de las mansiones ocultas en el interior de los patios y el olor a incienso de las alcobas abiertas con mantas y tapices oreándose en los balcones".
"Esos interiores confortables y cálidos de algunas universidades inglesas con sólidas estufas de hierro y con grandes estanterías de madera repletas de libros y ediciones antiguas, uno de esos lugares en los que uno se encuentra a salvo leyendo y saboreando una taza de té bien caliente mientras ve caer a gusto la lluvia a través de un ventanal de cristales emplomados".
Por el contrario, no está muy logrado el planteamiento de la relación personal entre la estudiante y su director de tesis, el profesor Giulio Rossi.

En definitiva, nos encontramos ante un libro bien estructurado y fácil de leer, muy ameno a pesar de sus pretensiones historicistas. Merece una lectura solo por saber si el asesino encontró su castigo o, por el contrario, su alma sigue vagando en el mundo de los vivos más cerca de lo que pensamos.