lunes, 11 de julio de 2022

Fino escarnio


A los que vamos teniendo una cierta edad no se nos puede olvidar el impacto causado por un, por entonces, nuevo personaje televisivo aparecido en Operación Triunfo, uno de esos programas creados al modo de las factorías tradicionales, capaz de crear y, casi de manera simultánea, triturar esos productos recién creados (en este caso, supuestamente culturales) a una velocidad endiablada.

La performance de la que este personaje participaba consistía en lo siguiente: los aspirantes a artista iban desfilando uno detrás de otro intentando mostrar sus mejores aptitudes vocales, físicas y de cualquier otro tipo imaginable, y al final de la exhibición intervenía un jurado, aparentemente profesional, que valoraba las actuaciones. Hasta aquí, todo entra dentro del tedio propio de este tipo de concursos. A lo que no estaba tan acostumbrado el espectador era a la crueldad de los comentarios que nuestro personaje dedicada a los jóvenes que estaban tratando de conseguir su sueño de triunfar en el mundo de la música. Y ese desprecio, no nos engañemos, era el que cada semana hacía reventar los audímetros de las televisiones, y no la voz, el afán de superación o el espectáculo que podían ofrecer esos aspirantes de usar y tirar.

Es inevitable no acordarse de programas como éste y del miembro más famoso de su jurado al leer 'Correo literario' (Nórdica Libros), de Wizslawa Szymborska. Esta poetisa polaca, que fue galardonada con el Premio Nobel de Literatura en el año 1996, mantuvo durante casi tres lustros (de 1968 a 1981) una columna periódica en la revista 'Vida literaria' en la que valoró críticamente cientos de poemas que jóvenes autores hacían llegar a la publicación con el ánimo y la esperanza de poder verlos publicados entre sus páginas.


Y donde quizá otro autor se hubiese limitado a rechazar esos poemas de, seguramente en no pocas ocasiones, dudosa calidad, Szymborska convierte ese fino escarnio en un género literario en sí mismo. Y lo lleva a cabo haciendo gala de un humor sibilino, en ocasiones hiriente, pero sobre todo sarcástico, que los pobres aspirantes a poeta tuvieron que sufrir en sus propias carnes. Es cierto que en el libro se cita a los destinatarios de la crítica de tal forma que no es posible identificarlos (y desconocemos si la revista literaria seguía la misma fórmula), pero tenía que causar impresión recibir una respuesta así de una persona a la que aspiras parecerte, y que el público en general tuviera acceso a la misma.

“[…] si leyera usted nuestra columna con mejor disposición, podría darse cuenta de que siempre que encontramos algo digno de elogio, intentamos subrayarlo. Que los elogios sean relativamente pocos ya no es culpa nuestra. El talento literario no es un fenómeno de masas”.

“«Pido perdón de antemano por las faltas de ortografía, pero tenía mucha prisa cuando estaba pasando el texto a limpio…». Es curioso. Hasta ahora pensábamos que las prisas afectaban solo a la legibilidad de la letra. Además, si ya nos ponemos así, haya se escribe más rápido que halla”. 

“«O me dan cierta esperanza -por mínima que sea- de ser publicado, o si no, al menos, consuéleme…». Tras la lectura de su texto nos vemos obligados a elegir lo segundo”. 

Aunque en esta ocasión leí el libro en versión digital, la edición está tan cuidada como todo lo que toca Nórdica (de hecho, me he encontrado en alguna librería con el ejemplar físico, y puedo corroborar que es así), y pese a ser un libro breve, que se lee y se disfruta en poco tiempo, resulta totalmente recomendable para aquellos lectores bibliófilos que disfruten leyendo sobre literatura y todo lo que rodea el mundo de libro, y que, a juzgar por el ingente volumen de publicaciones sobre esta temática en los últimos tiempos, cada vez somos más numerosos.