miércoles, 24 de abril de 2024

El vacío de miles de cometas al bailar

“Mala cosa el orden, señorita. Una se levanta por la mañana y ve que no ha cambiado nada de lugar. Que solo hay un plato en el fregadero. Que no va a entrar nadie corriendo por el pasillo. Y que todo va a seguir igualito en el mismo sitio a las once y a las tres y a las nueve.

Habrá un día en que eche en falta este revoltijo, se lo digo yo.

Y que se emocione, dentro de mucho, cuando vea una peonza en el cajón de los cubiertos”.

'Los ingratos'. Pedro Simón.

 
Tanto tiempo queriendo en casa un tiempo prolongado de silencio, y cuando por fin llega la tan deseada tregua, no sabemos cómo llenar el espacio que deja.

La tensión del día a día no ayuda precisamente que al llegar a casa lo que más apetezca sea continuar escuchando esa tensión adornada, esta vez, de gritos infantiles y peleas a base de golpes y pellizcos seguidos de carreras a lo largo y ancho de la casa.

Sin embargo, cuando al llegar a casa reina la paz, los gritos se han apagado y se puede escuchar hasta el revolotear de los últimos pájaros de la tarde, empiezas a cuestionarte sí podrías soportar ese silencio impostado para siempre. 

Porque sí, el silencio de esta semana es temporal, pero sobre todo, voluntario. Y, aún así, puedes llegar a presentir un ahogo en el pecho, siquiera de manera infinitesimal, solo de pensar en que hay padres que se encuentran con una ausencia definitiva y no buscada, sino impuesta.

No es posible llegar a imaginar el desgarro interior que ha de notarse cuando el silencio se adueña de la casa y deja de haber juguetes desparramados por todas las habitaciones. Por eso, nos alegraremos cuando el viernes volvamos a tener que alzar la voz para acallar los gritos y peleas que, de buen seguro, empezarán a producirse cuando cruce el umbral de la puerta.

Y es que si cuando bailas llueven miles de cometas, el vacío que dejas es imposible de llenar solo con silencio. 

jueves, 22 de febrero de 2024

Relatos para sobrevivir al gran apagón

“Es septiembre -a pesar de haber dejado la escuela hace décadas, el calendario escolar sigue ejerciendo una poderosa influencia sobre ella- y se siente deseosa de empezar cosas nuevas. Es la estación de la abundancia; los manzanos están cargados de fruta, la hierba salvaje que queda junto a la autopista está crecida. La brisa mueve los árboles. Todo emana profundidad, es el último esplendor del verano. Dentro de un par de horas, por la tarde, una tormenta lo barrerá todo, limpiando el aire”.

Una playa repleta de niños adultos un fin de semana de finales de junio, un bonito y cuidado hotel de playa, una tormenta amenazante que, de repente, cambia de dirección y nos deja seguir disfrutando de algo tan básico como estar al aire libre, pero que un año y unos meses atrás recordábamos con añoranza desde nuestras ventanas a las 8 de la tarde. También un autobús en el que no cabía ni un alfiler y en el que, por tanto, era imposible guardar la conocida distancia de seguridad.

En estos escenarios, que ahora han venido a mi memoria, me acompañó el libro de relatos de A. M. Homes Días temibles. Y lo recuerdo, precisamente por las excepcionales (y pandémicas) circunstancias en que fue leído. Porque siempre me acompaña un libro en el transporte público o en la playa, pero espero que nunca, nunca más, tenga que volver a leerlo con la cara cubierta y las gafas empañadas.

Días temibles, editado en España por Anagrama, es un libro compuesto por doce relatos de distinta extensión, que mantienen una autonomía propia y una calidad indiscutibles.

Dentro del conjunto de relatos, destacan por derecho propio 'Días de ira', que contiene el diálogo mantenido entre sus protagonistas del que se extrae el título del libro; 'Muestra nacional de pájaros', escrito en un interesante formato de chat; 'La última vez que lo pasó bien', que recrea el viaje solitario de un hombre adulto a Disneyland en busca de algo que perdió hace muchos años, y que no era necesariamente material; 'Un premio para cada jugador', donde una serie de casualidades desembocan en una candidatura al cargo político más poderoso de la tierra y 'Ella se escapó' (una suerte de continuación de 'Hola a todos') donde la A. M. Homes más cruda nos plantea un encuentro frontal con la soledad, sin abandonar ni el surrealismo ni el humor ácido.

Pero, como decía, 'Días de ira' se merece la importancia que tiene dentro del libro, y es que la primera vez que, al igual que en este relato, me vi sumergido de lleno en el ambiente universitario de un campus estadounidense fue en el libro de Chad Harbach El arte de la defensa con el orden en sus despachos, clases y bibliotecas, con el olor a césped recién cortado de los jardines y el campo de beisbol. Pues el relato que da nombre al libro de A. M. Homes me ha teletransportado nuevamente hasta allí por los personajes, el ambiente, los escenarios, la época del año en que se ambienta, pero también por los dilemas éticos a los que se ven sometidos sus protagonistas. Se trata, en definitiva, de un relato que justifica, por sí mismo, la lectura del libro.

Y apuntaba antes, también, al humor ácido y sangrante y las situaciones surrealistas o, directamente fantásticas, que son seña de identidad de la autora, siendo elementos que impregnan todos los relatos que componen el libro como una lluvia fina, que moja pero que no incomoda.

Días temibles es un libro que difícilmente va a defraudar, y en el inusual caso de que lo hiciese al menos habremos aprendido cómo actuar para sobrevivir al gran apagón. 

jueves, 18 de enero de 2024

La investigación que habría emocionado a Stieg Larsson

“Resultaba obvia la cantidad de tiempo que Stieg debía de haber dedicado (noches largas, fines de semana y jornadas laborales) a leer, reflexionar, escribir y clasificar material. Muchas horas que podría haber dedicado a hacer cosas con Eva y con sus amigos; tiempo que podía haber dedicado a cualquier otra ocupación. Podría haber creado una familia normal y corriente; podría haberse instalado en Bromma. Pero entonces no habría sido Stieg Larsson. Las novelas no se habrían escrito, las extrema derecha podría haber actuado más libremente en Suecia y sus investigaciones sobre el asesinato de Palme jamás se habrían llevado a cabo”.

En más ocasiones de las que serían necesarias se utiliza la figura de algún archiconocido director de cine (en internet es de uso común el meme "el/la [inserte lo que corresponda] que emocionó a Spielberg) o escritor en dudosas estrategias de márketing. En el caso del libro que hoy traemos, aunque algo de eso haya, la mención a Stieg Larsson está más que justificada.

Antes de su fallecimiento, el escritor sueco de la saga Millenium había comenzado una línea de investigación encaminada a esclarecer el misterioso asesinato de Olof Palme, que se produjo a la salida de una sala de cine de Estocolmo el 28 de febrero de 1986.

El trabajo, que quedó inacabado por su repentina muerte cuando terminaba de subir la escalera que conducía a su despacho, fue continuado por el periodista y escritor sueco Jan Stocklassa en el libro 'Stieg Larsson. El legado. Las claves ocultas del asesinato de Olof Palme', editado en España por Roca.

El asesinato del primer ministro sueco trajo de cabeza a la fiscalía y a las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado del país escandinavo hasta que pudieron cerrarse definitivamente todas las líneas de investigación en el año 2020 y determinar al verdadero culpable.

Pero hasta ese momento, los responsables de la investigación dieron bandazos, siguieron pistas poco fiables, cabos sueltos, a la vez que dejaban caminos más seguros para esclarecer la verdad y, en definitiva, dejaban escapar un tiempo valiosísimo para esclarecer los hechos. ¿Quién era y qué participación tuvo en el crimen el misterioso "Hombre de Skandia"? ¿Cómo de involucrados estaban el hombre y la mujer que abandonaron en motocicleta apresuradamente el lugar de los hechos? ¿Son fiables las declaraciones vertidas por un viejo confidente sobre el interés de algunos estamentos paramilitares de Sudáfrica en asesinar a Olof Palme?

A todas estas pregunas, y las diferentes ramificaciones que se derivan de todas ellas, trata de dar respuesta Jan Stocklassa en este entretenido y bien documentado ensayo periodístico. Eso sí, para disfrutar su lectura recomendamos no buscar en internet noticias relativas al cierre de la investigación por la fiscalía sueca. Una vez terminado, entonces sí. Y con todas las cartas encima de la mesa, ver cuánto acertó Stieg Larsson y sacar nuestras propias conclusiones.

jueves, 11 de enero de 2024

Fácil para mí

A finales de noviembre, mientras merodeábamos por las tiendas de restauración del aeropuerto de Bruselas en busca de algo para desayunar que no pusiera en riesgo la estabilidad financiera de nuestra familia, comenzó a sonar la canción 'Easy on me', de Adele.


Quizá fuera el ambiente prenavideño en el que nos encontrábamos (veníamos de darnos un atracón de mercadillos y atracciones navideñas en Bruselas, Brujas y, en menor medida, Gante) del que un no-lugar como un aeropuerto tampoco puede abstraerse, o quizá fuese la sensación de encontrarnos en un país ajeno (cercano pero ajeno, al fin y al cabo), lejos de nuestros familiares, y ser consciente de que muchas personas se ven abocadas a vivir esa misma sensación, y no de manera voluntaria, sino empujados por la necesidad de labrarse un futuro en tierra extraña, pero lo cierto es que esa canción, en ese momento, logró remover algo en mi interior como hacía tiempo que ninguna otra lo hacía.

Y quizá fuese ese "click", experimentado entre cafés a precios desorbitados, el que hizo que la familia (y el concepto propio de la misma) cobrase a partir de ese momento un nuevo sentido que, aunque hasta ahora había estado latente, en adelante iba a estar más presente que nunca.

Nuestra cabeza puede estar repleta de problemas durante la mayor parte de nuestra existencia (laborales, frustraciones por la no consecución de un objetivo material, etc.), pero tiene la capacidad de relativizar todo y de mandar al fondo del cajón de las prioridades hasta la mayor de esas complicaciones cuando un ser querido (o un conjunto de ellos) comienza a pasar por dificultades dignas de tal nombre.

La carga excesiva de trabajo, la presión por los plazos de entrega, la falta de reconocimiento, elementos que nos atenazan en el día a día hasta el punto de hacer tambalear nuestra estabilidad emocional, pasan de manera automática a un plano completamente invisible cuando un ser querido pasa por una dificultad que te hace plantearte hasta qué punto las tuyas lo son.

Esta Navidad que acaba de terminar me ha servido para valorar la importancia de querer y ser querido, de cuidar y ser cuidado; de lo importante que es el sentido de pertenencia a un sitio, a un lugar, a un grupo, se componga éste de amigos o de familia; de lo imprescindible que es arropar y ser arropado cuando el año que acaba de terminar ha sido duro y el que comienza tiene retos colosales por delante.

Seguramente, ni la Navidad ni los propósitos de Año Nuevo nos ayuden a ser mejores personas, pero, al menos en mi caso, me han enseñado a valorar más y mejor los buenos y, también, los malos momentos, precisamente por ser consciente de la red de apoyo que tenemos bajo nuestros pies. Sabiéndolos cerca en todo momento, cualquier reto es fácil para mí.