miércoles, 14 de septiembre de 2022

Diseccionando el dolor


Existe un imagen muy simbólica (y también muy recurrente, para qué negarlo) que sirve para representar la paciencia: un científico en un laboratorio, rodeado de piletas, probetas y tubos de ensayo observando pacientemente la reacción de una composición que acaba de depositar en una de esas placas de cristal sobre las que luego se sitúa otra del mismo tamaño, que ejerce presión sobre la primera y sobre la mezcla. En otras ocasiones, lo que se somete a observación es el comportamiento de un determinado ser vivo o especie sometida a alguna situación o estímulo previamente fijado por el científico.

Sin embargo, esa representación de la paciencia no se había trasladado nunca a la literatura por medio de la disección de un sentimiento como es la pena por la pérdida de un ser querido. Ese tratamiento casi científico del duelo por la pérdida de su pareja es el objetivo del libro Una pena en observación, de C. S. Lewis, que se encuentra magistralmente traducido al español por Carmen Martín Gaite.

"Y, en el entretanto, ¿Dios dónde se ha metido? Éste es uno de los síntomas más inquietantes. Cuando eres feliz, tan feliz que no tienes la sensación de necesitar a Dios para nada, tan feliz que te ves tentado a recibir sus llamadas sobre ti como una interrupción, si acaso recapacitas y te vueles a Él con gratitud y reconocimiento, entonces te recibirá con los brazos abiertos – o al menos así lo vive uno. Pero vete hacia Él cuando tu necesidad es desesperada, cuando cualquier otra ayuda te ha resultado vana, ¿y con qué te encuentras? Con una puerta que te cierran en las narices, con un ruido de cerrojos, un cerrojazo de doble vuelta en el interior. Y después de esto, el silencio".

En la obra, el escritor describe el proceso de duelo que comenzó tras el fallecimiento de su pareja, la poetisa norteamericana Helen Joy Davidson Gresham ('H' en el libro), y lo hace diseccionando todos y cada uno de los sentimientos y sensaciones que puede experimentar una persona en esa misma situación: miedo, soledad, ausencia, inseguridad y, por supuesto, dolor.

"Es increíble cuanta felicidad y hasta cuánta diversión vivimos a veces juntos, incluso después de que toda esperanza se había desvanecido. Qué largo y tendido, qué serenamente, con cuánto provecho llegamos a hablar aquella última noche, estrechamente unidos".



Desgraciadamente, todos en algún momento de nuestra vida estamos destinados a experimentar esa catarata de nefastos sentimientos ante la pérdida de un ser querido, pero pocos, muy pocos, son los elegidos para ir extrayendo cada uno de estos elementos que componen la pena e ir depositándolos en una bandeja sobre el teatro de operaciones y hacer con ello una obra memorable y casi un tratado científico sobre el dolor.

"Éramos uña y carne. O, si lo preferís, un solo barco. El motor de proa se fue al garete. Y el motorcito de reserva, que soy yo, tiene que ir traqueteando a duras penas hasta tocar puerto. O, mejor dicho, hasta que acabe el viaje. ¿Cómo voy a poder alcanzar el puerto? Más que una orilla resguardada, lo que hay es una noche oscura, un huracán ensordecedor, olas gigantes que se te echan encima y el oscilar en el naufragio de cualquier luz que brille en tierra".

Si bien no es una adaptación del libro, la película Tierras de penumbra, de Richard Attenborough, y protagonizada por Anthony Hopkins y Debra Winger, se desarrolla en el momento vital descrito en la obra de C. S. Lewis, y su visionado resultará un complemento perfecto a la lectura del libro.

"Creí que podría describir una «comarca», elaborar un mapa de la tristeza. Pero la tristeza no se ha revelado como una comarca sino como un proceso. No es un mapa lo que requiere, es una historia; y si no dejo de escribir esta historia en un momento determinado, por caprichoso que sea, no habría razón para que dejara de escribir nunca".

"Si supiera que el estar separado siempre de H. y olvidado por ella eternamente pudiera añadir mayor alegría y esplendor a su ser, por supuesto que diría: «¡Adelante!» Igual que, aquí en la tierra, si hubiera podido curar su cáncer a costa de no volverla a ver, me las habría arreglado para no volver a verla. Lo tendría que haber hecho. Cualquier persona decente lo habría hecho". 

Definitivamente, Una pena en observación es un viaje hasta los confines de un hombre devastado por la pena, pero que acaba demostrando que no son tan diferentes de los que podemos albergar los demás. La única diferencia entre él y nosotros es la capacidad de trasladarlos al papel.