domingo, 19 de septiembre de 2021

Los diferentes prismas de la soledad

"Son muchas las cosas maravillosas que han salido de la ciudad solitaria: cosas forjadas en soledad, pero también cosas que sirven para curarla"


Nueva York como personaje o como un elemento indispensable para el desarrollo de una historia ha sido utilizada en innumerables ocasiones en el cine, en la literatura, e incluso en la música. El último gran ejemplo son el documental y el libro de Fran Leibowitz. En ese sentido, La ciudad solitaria, de Olivia Laing, no se diferencia demasiado, pero sí es bastante original el planteamiento de ubicar en la ciudad sus propias vivencias de la soledad y de siete artistas contemporáneos, convirtiendo las calles y los edificios en sitios sin los que sería imposible entender las experiencias ocurridas en ellos.

Pero al margen de este planteamiento, lo que hace Laing es abordar los diferentes prismas de la soledad a partir de la obra de un artista. De Edward Hopper analiza la soledad de sus cuadros, de sus personajes, de los escenarios y perspectivas vacíos utilizados en los mismos.


En Andy Warhol la soledad se manifiesta en cualquier situación, a pesar de rodearse siempre de gente en fiestas multitudinarias celebradas en su casa de Nueva York. Siendo consciente de esta soledad que experimentó, se entiende la importancia que tuvo en su vida la grabadora que lo acompañó a todos lados durante su etapa adulta. Tangencialmente, también se trata la soledad por desarraigo que vivió Valérie Solanas, una autora underground que intentó acabar con la vida de Warhol con varios disparos en el vientre.


El caso de David Wojnarowicz analiza una obra marcada por la soledad propiciada por la ausencia de una madre y un padre, y los intentos de suplir esa carencia en la adolescencia con encuentros de sexo fugaz y desaforado con otros seres solitarios en los almacenes portuarios del Hell's Kitchen neoyorkino. De esa época es la serie fotográfica Rimbaud en Nueva York.

De Henry Darger, Laing analiza su soledad y desamparo en la edad adulta, más que probablemente motivados por sus problemas mentales. Desarrolló toda su actividad artística en una minúscula habitación, abarrotada de desperdicios de la basura, ordenados y clasificados de una manera muy minuciosa y delirante. Su obra cumbre, Los reinos de lo irreal, plantea una disyuntiva sobre las intenciones de su autor, pues no es sencillo determinar si hace apología de la depravación y de la pedofilia, o existía realmente un deseo de proteger a las niñas que pintó en el cuadro.


En el caso del cantante Klaus Nomi se analiza la soledad derivada de la enfermedad. En la cúspide de su carrera se conoció que fue uno de los primeros famosos en infectarse de sida. Esta enfermedad y las secuelas físicas derivadas de la misma le obligaron al ostracismo social (en buena parte por el desconocimiento y la superstición que envolvía a la misma en aquellos primeros momentos), por lo que tuvo que enfrentar la misma en soledad. Sólo la amistad que le unía a Wojnarowicz y la fundación de una act up por parte de éste para denunciar el abandono que sufrían los enfermos de sida por parte de las autoridades estadounidenses, hicieron que su enfermedad y la de otros millones de personas tuviera visibilidad al final de su vida.

El caso de Josh Harris se utiliza para tratar la soledad del individuo en la época de las nuevas tecnologías y las redes sociales. Harris llevó a cabo el experimento Quiet, consistente en reunir en un espacio semiclandestino de Nueva York a un grupo de personas videovigiladas durante 24 horas, en una suerte de 'Gran Hermano', pero más extremo. Posteriormente, intentó reproducir el experimento con su pareja durante 100 días, pero ella acabó abandonando antes de tiempo.

La última cara de la soledad analizada por Laing es la de la ausencia, y para ello utiliza la obra 'Strange fruit', de Zoe Leonard. Se trata de una pieza compuesta por pieles de fruta cosidas por un hilo, que por dentro se encontraban vacías, y por fuera, la piel, el hilo y las costuras. Llama la atención, y le vale a Laing para buscar la conexión, que Warhol también tuviera costuras en el pecho y el abdomen, debido a los disparos de Valérie Solanas.


Todos estos prismas tiene la soledad, y el desenvolvimiento de cada uno de ellos en una faceta artística fue lo que ayudó a Olivia Laing en sus momentos más duros en la Gran Manzana. Y por ello, este libro es un magnífico retrato de las últimas décadas de la ciudad, descritas por una persona que vivió una importante experiencia vital en sus calles y detrás de los muros de sus edificios.