miércoles, 12 de enero de 2022

Libros bizarros para épocas de zozobra

He de confesar que durante el confinamiento duro del año 2020 sentía envidia cuando, en esas miles de videollamadas que los telediarios y cualquier tipo de programas reproducían a todas horas, el experto o personaje público de turno aparecía arropado por su biblioteca personal. En medio del caos y la tristeza que estábamos (y estamos, en cierto modo) viviendo, era reconfortante comprobar que había personas que se encontraban viviendo este momento en la seguridad de su hogar rodeados de cultura, y con la tranquilidad que da, en épocas de zozobra, tener cerca un libro querido.

Nuestra casa es pequeña y no da para tener una biblioteca de tales dimensiones. Aun así, los libros están presentes en nuestro comedor y, haciendo un poco de malabarismo, conseguimos encajar una pequeña librería de Ikea en nuestro dormitorio. Se trata de una librería humilde, que está empezando a albergar una biblioteca personal que, esperemos, algún día sea grande, pero que hoy contiene primeras ediciones de literatura latinoamericana de Mondadori, clásicos de la narrativa norteamericana como 'A sangre fría', libros de historia y arte románico, junto con novedades editoriales más o menos recientes como 'El infinito en un junco' o 'Los vencejos'. Y aunque es un tanto ecléctica, todavía no llega al nivel de bizarrismo de las que recoge Eduardo Halfón en el relato 'Biblioteca bizarra', que sirve para dar título al libro de este autor guatemalteco en el que se incluye.

El resto de relatos que componen 'Biblioteca bizarra' (Editorial Jekyll & Jill) son 'Los desechables', 'Halfon, boy', 'Saint-Nazaire', 'La memoria infantil' y 'Mejor no andar hablando demasiado'.

El relato titulado 'Biblioteca bizarra' es un delicioso texto escrito por un amante de los libros para otros bibliófilos. En él nos habla de bibliotecas raras, poco heterodoxas, propietarios de libros con filias y fobias fuera de lo común; librerías de viejo, librerías privadas, organizadas por colores, bibliotecas inexistentes (porque su dueño se desprendía de todos los libros que compraba), monotemáticas, etc.

Un texto que, sin duda, será apreciado por cualquier lector que se considere amante de los libros y de todo lo que representan y que, desde luego, se gana por derecho propio dar título al libro.

"Prefiero los libros de viejo. Me gustan precisamente por el aire de imperfección y misterio que los envuelve: las páginas manchadas o dobladas por la mano de otro; las frases subrayadas o párrafos marcados en amarillo que ya le dijeron algo a alguien más; las curiosas anotaciones y reflexiones en los márgenes; la eventual dedicatoria en la primera página, a veces enigmática, a veces absurda, del mismo autor. Decía Virginia Woolf que los libros de viejo son salvajes, libros sin casa, y tienen un encanto del que carecen los volúmenes domesticados de una biblioteca".

Otro relato a destacar es 'Los desechables', en el que Halfón cuenta el encuentro que mantuvo con un grupo de personas drogodependientes en una biblioteca de un suburbio de Medellín en el marco de un festival literario celebrado en esta ciudad colombiana, y de las cuestiones, temores e inquietudes que le trasladaron durante el mismo.

"(Tomándose una fotografía con un grupo de drogodependientes después de una charla literaria en una biblioteca de Bogotá) Y mientras yo intentaba sonreír en medio de ese silencio, bajo la lluvia casi invisible, sólo podía pensar que cada uno de ellos un día fue hija o hijo de alguien, que cada uno de ellos un día fue el bebé recién nacido de alguien, que cada uno de ellos un día fue arrullado por alguien con todo el amor de un padreo o de una madre que sostiene en sus brazos una vida nueva, una vida llena de luz, una vida que apenas empieza".

El relato más emocionante es 'Halfon, boy', que narra el modo en que vivió el escritor el embarazo y nacimiento de su primogénito, y los sentimientos que ese acontecimiento le propició.

"Me convertí en tu padre, Leo, como todo lo demás importante en mi vida: por accidente. Tú aún creces en el vientre mientras yo traduzco a William Carlos Williams, pero siento la necesidad de decirte algunas cosas que temo luego se queden olvidadas en el tiempo o en el silencio. Decirte, por ejemplo, que todas las noches duermo con mi mano derecha sobre ti, quizás intentando sentir tus ligeros movimientos, o quizás queriendo protegerte en las noches, o quizás pensando que tú también, mientras duermes y creces ahí dentro, logras sentir mi mano cerca, apenas del otro lado de tu mundo interno y oscuro".

'Saint-Nazaire' es, posiblemente, el relato más flojo de los que componen el libro. Se trata de las impresiones que le causaba siendo niño esta base francesa de submarinos durante la II Guerra Mundial.

Algo mejor es 'La memoria infantil (notas a pie de página)', donde evoca los recuerdos que conserva del momento en que tuvo que abandonar Guatemala, su país natal, con diez años.

"Hacer literatura es el ejercicio de querer rellenar los espacios vacíos de la memoria, sabiendo todo el tiempo que no se puede".

Y también es muy buen relato 'Mejor no andar hablando demasiado', en el que narra en primera persona las amenazas anónimas que comenzó a recibir tras la publicación de su primer libro; y se hace valer como un gran reflejo de la sociedad guatemalteca y de la persecución por motivos ideológicos que todavía a día de hoy sigue existiendo en el país centroamericano. 

Es lo primero que leo de Halfón, y no será lo último, pues su prosa directa y sencilla engancha, y hace que los relatos resulten muy digeribles, los libros resulten breves y dejen un regusto que perdura pasado el tiempo desde su lectura.

domingo, 2 de enero de 2022

2022, una nueva hoja en blanco


A los que todavía seguimos escribiendo a mano de manera habitual nos suele gustar la metáfora de un nuevo año como una hoja en blanco por rellenar. Esta página por escribir nunca está cuadriculada (ojalá), y rara vez suele estar pautada con esas suaves líneas de color neutro que caracterizan los cuadernos escolares. Lo normal es que sea lisa, y que sean nuestros actos los que vayan conformando el sentido de cada una de las líneas que se vayan insertando en ella.

Sin embargo hay páginas/años en los que desde el principio notamos la existencia de realces, hendiduras y/o rasgaduras que van a condicionar, cuando no imposibilitar, la escritura. Hay páginas en las que desde nuestra posición omnisciente alcanzamos a contemplar algo que, práctica seguridad, a lo largo de la escritura nos dará problemas. 

Puede pensarse que desde 2020 los renglones que vamos confeccionando son susceptibles de alguna salpicadura o tachadura, pero hay veces que esa fuerza exógena no es tan evidente como una pandemia mundial, la cual se vale por sí sola para desestabilizar el trazo de millones de personas. No, en multitud de ocasiones el condicionante es más mucho más cercano. En ocasiones, se nos presenta en forma de pequeñas migas o granitos de arena que se cuelan entre página y página, que nos impiden seguir escribiendo con naturalidad, y que en ocasiones obligan a desistir de la tarea y seguir, en el mejor de los casos, intentándolo en otra parte de la hoja. 

No somos nosotros los que introducimos estos pequeños granitos, sino que puede ser el viento, o simplemente el hecho de no haber limpiado convenientemente la superficie sobre la que se apoya el papel, y que hace que, frecuentemente, se enturbie cualquier tipo de material que se pose sobre la misma. Y claro, cuando lo que mancha toca el papel es imposible seguir escribiendo de ninguna manera. Es, en cualquier caso, siempre un agente externo, más o menos poderoso, el que dificulta o imposibilita la escritura.

En 2022 habrá borrones, migas y arena que harán muy difícil la escritura del guion de este año, pero la página es grande y lo más probable es que hayamos de continuar escribiendo en otra zona. ¿Por qué no? Lo importante es ir completando capítulos.

Feliz página nº 2022.