miércoles, 20 de mayo de 2009

La mano tendida

Dos hombres con acento asturiano fantaseaban con la idea de pedir un crédito al Presidente del Gobierno por el hecho de encontrarse por una vez en la vida en el mismo recinto que él. Se mostraban como dos chiquillos emocionados. Se habían despertado de madrugada para poder llegar a Madrid, pero no les pesaba el viaje. Tenían ilusión. Porque ni en los tiempos tan penosos que corren para todos se puede perder un sentimiento como la ilusión, motor de muchas conciencias que siguen funcionando para transformar las cosas y de otras que, por desgracia, ya lo han dejado de hacer. A las dos horas, esos dos señores asturianos y las 19998 personas que los acompañaban en el Palacio de Vistalegre encontraban nuevos motivos para no perder el sentimiento que los llevó hasta allí.

En las pantallas, una mano tendida. En la grada, miles de personas en pie, demostrando su agradecimiento al que estaba realizando uno de los discursos más emocionantes que se recuerdan en los últimos años. El dueño de la mano tendida: el nuevo Lehendakari, Patxi López. Encima del escenario, apoyado en el atril, y con voz con firme nombró a algunos de los compañeros socialistas de ayer y de hoy que pagaron con su vida el fanatismo del terrorismo etarra: Fernando Buesa, Enrique Casas, Joseba Pagaza, Isaías Carrasco...los últimos que mencionó ya no se escuchaban, estaban silenciados por los aplausos atronadores de los allí congregados. El nuevo Lehendakari hiló un discurso inteligente y emocinante en el que dejó claro que no se va a rendir y que va a poner todo su esfuerzo para que ETA desista de seguir utilizando las armas en vez de la palabra, y antepuso la fuerza del diálogo a todo lo demás. Mostró una mano tendida que prometió no esconder en los cuatro años de gobierno que aún le deparan. Mostró ilusión. Contagió ilusión.

Y hoy, prácticamente dos semanas después de ese discurso todavía se recuerda la buena sensación que causó y la suerte de haber podido estar allí para escucharlo y poder difundirlo. Los dos señores, por descontado, no consiguieron el crédito, pero al menos no perdieron la ilusión, sino todo lo contrario, y eso, en los tiempos que corren, no es poco.


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