En las pantallas, una mano tendida. En la grada, miles de personas en pie, demostrando su agradecimiento al que estaba realizando uno de los discursos más emocionantes que se recuerdan en los últimos años. El dueño de la mano tendida: el nuevo Lehendakari, Patxi López. Encima del escenario, apoyado en el atril, y con voz con firme nombró a algunos de los compañeros socialistas de ayer y de hoy que pagaron con su vida el fanatismo del terrorismo etarra: Fernando Buesa, Enrique Casas, Joseba Pagaza, Isaías Carrasco...los últimos que mencionó ya no se escuchaban, estaban silenciados por los aplausos atronadores de los allí congregados. El nuevo Lehendakari hiló un discurso inteligente y emocinante en el que dejó claro que no se va a rendir y que va a poner todo su esfuerzo para que ETA desista de seguir utilizando las armas en vez de la palabra, y antepuso la fuerza del diálogo a todo lo demás. Mostró una mano tendida que prometió no esconder en los cuatro años de gobierno que aún le deparan. Mostró ilusión. Contagió ilusión.
Y hoy, prácticamente dos semanas después de ese discurso todavía se recuerda la buena sensación que causó y la suerte de haber podido estar allí para escucharlo y poder difundirlo. Los dos señores, por descontado, no consiguieron el crédito, pero al menos no perdieron la ilusión, sino todo lo contrario, y eso, en los tiempos que corren, no es poco.
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