martes, 10 de agosto de 2010

Fuensanta - Albacete


Este fin de semana pasado hemos estado en Fuensanta, pueblo situado a 8 kilómetros de La Roda (uno de los más grandes de la comarca). Con unas temperaturas bastante buenas, en comparación con lo que dejábamos aquí en Madrid, por la noche era un alivio el aire que corría entre las higueras y que hacía necesario sujetar todo lo que se encontraba encima de la mesa, los toldos, las cortinas, etc. Si además, a ello se suma el hecho de contar con unos anfitriones de excepción, el fin de semana está abocado irremediablemente al disfrute pleno.

Si bien el pueblo no cuenta con muchas actividades, la cercanía de La Roda y el hecho de que allí se encontrasen celebrando sus fiestas patronales hacía que pudiéramos alternar las ganas de dormir la siesta con la de dormir por la noche con la brisa entrando por la ventana con la visita al pueblo de al lado, a ver qué se ofrecía. En definitiva, nos lo pasamos bien en La Roda, y hasta pude entrenarme en el arte del regateo en uno de los puestos ambulantes que allí había.


Al día siguiente tocaba la visita monumental del municipio, que se reducía únicamente a los muros del Santuario de Ntra. Señora de los Remedios (s.XVII), en el cual, según cuenta la tradición se produjo el hecho milagroso que da nombre al pueblo: en los terrenos que actualmente ocupa el santuario se encontraba un pastor con sus ovejas cuando se percató de que se encontraba lejos de cualquier poblado, y que si no encontraba rápidamente una fuente sus ovejas se deshidratarían. En ello estaba, cuando se le apareció la virgen sin avisar, por lo que él se asustó bastante, a consecuencia de lo cual propinó a aquélla un buen golpe con su cayado. Ella, haciendo gala de su misericordia, no sólo le perdonó por el incidente sino que además hizo que manara en aquél mismo lugar un manantial de aguas cristalinas que aún hoy sigue manando agua, y que mantiene siempre el mismo nivel en el receptáculo que la contiene, pese a que no deja de fluir en ningún momento. Una parte de la misma va al lavadero municipal, que todavía presenta las antiguas piedras estriadas preparadas para que las mujeres del lugar frotasen sus ropas y la de los suyos. Según la tradición, el agua de la "fuente santa" tiene propiedades curativas para quien la bebe (pero a mí me siguen doliendo las cervicales como ayer).



El elemento característico de este santuario (junto con la fuente) es su claustro trinitario. Mantiene una sobriedad que da tranquilidad al visitante durante la visita, y sus muros altos sólo permiten centrarse en la meditación que, suponemos, debía ser la actividad principal de los monjes cuando el templo estaba consagrado como monasterio. Tiene dos plantas, y desde la superior se obtienen unas vistas espectaculares de la comarca. Todos los arcos son de medio punto y apoyan su peso sobre columnas lisas, la mayor parte de las cuales fueron restauradas al finalizar la Guerra Civil.

El otro hito monumental del municipio es un arco árabe del siglo XII construido a base de piedra viva plana y mortero de arena y cal, que se encuentra fuera de contexto al inicio de una calle peatonal, sin más acompañamiento que dos pivotes para evitar que los coches circulen debajo de él.


A unos 3 km. del pueblo pasa el río Júcar, el cual no lleva aguas muy limpias en esta época, debido en parte a las lluvias caídas durante todo este año, y también por el lugar de procedencia (un embalse que se encuentra a pocos kilómetros de allí). Aún así, desde uno de los puentes que cruzan se pueden divisar unos parajes espectaculares del entorno del río, así como los campos de regadío que circundan las dos orillas.


El último día tocó ir pensando en qué delicias traeríamos de allí (los españoles pensamos con el estómago en muchas ocasiones). La especialidad de La Roda son los "miguelitos", unos bollos de hojaldre rellenos de distintas cremas (chocolate, leche frita, crema o chocolate blanco) que harán las delicias de aquél que las pruebe. Nada que ver con los "miguelitos que se pueden adquirir en la sección de bollería industrial de las grandes superficies. En este caso, la artesanía con la que están hechos se nota y se agradece.

Y, desgraciadamente, lo corto de la visita no permitió que diera para más. Pero sin duda que la región esconde más sorpresas que poco a poco (y en cuanto tengamos ocasión) iremos descubriendo.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Réquiem

El artículo de Manuel Rivas tiene ya dos años y medio, pero hoy al leerlo me he vuelto a emocionar como la primera vez. Por otro lado, ya se publicó la versión definitiva de la canción que dedicó Joaquín Sabina a Ángel González en su disco "Vinagre y Rosas", y de la cual recogíamos un adelanto en directo (en "Hoy por hoy" de la Cadena SER) en una entrada de hace unos meses. Espero que disfrutéis ambos dos:

"Era noche espesa y Ángel González detuvo el auto ante un semáforo en verde. Un patrullero de Nuevo México lo llevó detenido. Él explicó ante el sheriff sureño que se había parado en nombre de la humanidad. El jefe ordenó su ingreso en el calabozo. ¿Qué clase de tipo podía ser ese barbudo quijotesco que se detenía en verde para evitar atropellos? En la celda había quince chicanos con los que cantó y recitó poemas. El sheriff se acercó a las rejas y los mandó callar. Todos fueron saliendo en libertad, salvo Ángel. Y el último en marchar le confió: "Doctor, ¿qué hace usted aquí, intentando civilizar a estos pendejos?

Ángel siempre se dedicó a civilizar, sabiendo que la naturaleza era extraña. De niño, en la posguerra, vio que una patata cocida se movía en el plato. Pensó que era un episodio del realismo mágico hasta que descubrió que la llevaba en el lomo una cucaracha. Mataron a su hermano cuando era niño rojo, aunque él amaba una muchacha de calcetines blancos. Y en aquellas fechas un antiguo conocido, ufano con los correajes fascistas, le colocó una pistola en el pecho: "Mataremos a toda tu estirpe". Nosotros también intentamos matarlo. Lo llevamos a un acantilado, en el faro de Hércules, como extra en una película. Y él acudió generoso. Era agosto. Buen mes para los crímenes de antaño. Pero ocurrió algo imprevisible. Cuando llegó la hora de fusilarlo, se levantó un temporal no pronosticado. Toda la noche se encrespó furiosa la mar y no hubo forma de abatir al poeta. Dos noches lo intentaron, dos noches el océano lo impidió. Por eso no me creo lo que cuentan los periódicos desde la capital. Esa noticia de que ha muerto Ángel González. Y si finalmente se confirma, proclamo lo que Antón Tovar cuando tropezó con el entierro de un niño: ¡No estoy de acuerdo!"

Manuel Rivas. "Réquiem". El País. 19 de enero de 2008.

Joaquín Sabina. "Menos dos alas". Vinagre y rosas. Ariola. 2009.

martes, 3 de agosto de 2010

¿El fin de 7 años de sufrimiento?



Todavía recuerdo las lágrimas de impotencia que nos recorrían las mejillas a varios de los que estábamos el 19 de marzo de 2003 en la Puerta del Sol, mientras Javier Gurruchaga leía el manifiesto de la Plataforma "No a la Guerra". También me vienen a la memoria las náuseas que me produjo ver la imagen de los cuatro (o cinco) estadounidenses carbonizados y descuartizados colgados de un puente durante los primeros días de la guerra. Pero, sin duda, el recuerdo que guardo con más claridad de aquellos días es el ambiente que se respiraba en las calles, sobretodo en las tardes de manifestación, de hermandad y de sentir que todos perseguíamos una causa común y el sentimiento de asco que nos producía el "Ciudadano A", y la forma tan miserable que eligió para poner a todo un país en su contra.

Por eso, hoy, el anuncio de Barack Obama de que los soldados destinados en Iraq estarán fuera del país antes del 31 de agosto de 2010 me produce sentimientos encontrados: por un lado, la esperanza de que ello sirva para que Iraq, invadido por un país extranjero violando el Derecho Internacional Público desde marzo de 2003, por fin pueda tomar las riendas de su propio destino; pero, por otro lado, el temor de que estos siete años no hayan servido para nada, excepto para envalentonar aún más a la "Resistencia iraquí", la cual, una vez fuera los americanos, va a tratar por todos los medios de hacerse de nuevo con el poder sustraído por la ocupación y de acabar con los títeres que van a dejar puestos los invasores.

Por lo tanto, la pregunta que cabría hacerse es la siguiente: ¿la guerra de Iraq y todas sus consecuencias han servido para algo? Por una parte, deja un mundo más inseguro, en el que se ha demostrado que no hay impedimentos para quien quiere imponer un modelo de sociedad a través del terror (como sufrimos en el corazón de Madrid). Por otra, se demuestra que estamos condenados a repetir la Historia si se dan los pasos equivocados, pues Iraq ha sido un Vietnam II para Estados Unidos, del que al final han tenido que salir de la forma menos honrosa posible ante la imposibilidad de controlar la situación.

Ante este panorama nada halagüeño sólo cabe esperar que la gestión de la posguerra iraquí se realice siguiendo unos criterios y unos valores que no han existido a lo largo de esta sangrienta guerra, en la que sólo ha primado el amor al dinero derivado del petróleo. El 1 de septiembre comienza el mañana. ¿Será mejor o peor que el ayer?