viernes, 9 de septiembre de 2016

Tres presas y un ábside milagroso

La ruta que hoy traemos habrá de llevarnos desde la histórica presa del Pontón de la Oliva hasta la más reciente presa de la Parra. Y desde ésta a Talamanca de Jarama, un pueblo de la Comunidad de Madrid con uno de los patrimonios medievales mejor conservados de la región.

Como punto de partida utilizaremos la presa del Pontón de la Oliva, que se encuentra a 5 kilómetros del pueblo de Patones de Abajo. Una vez hayamos llegado a aquélla dejaremos el coche en el aparcamiento ubicado a la izquierda de la carretera de ascenso. De esta manera nos ahorraremos subir a pie la empinada cuesta que se encuentra a los pies de la pared exterior de la presa.


Una vez crucemos (con sumo cuidado) la carretera y culminemos los escasos 200 metros que nos separan de la presa en línea recta, llegaremos a la gran pared de sillares que caracteriza al Pontón de la Oliva. Esta presa fue construida por prisioneros de las Guerras Carlistas, y su principal cometido era el de formar parte de la red de abastecimiento de agua potable para la ciudad de Madrid. Sin embargo, sus arquitectos (Juan Rafo y Juan de Ribera) eligieron mal su ubicación y, a consecuencia de ello, se produjeron grandes filtraciones de agua, que aconsejaron el desuso de la construcción. Hoy forma parte del patrimonio histórico del Canal de Isabel II.

Y si característica es su gran pared no lo es menos la pasarela adosada al muro izquierdo de la presa. Por ella debemos encaminarnos para comenzar nuestra ruta. A medida que avanzamos podemos observar unas argollas clavadas en la piedra, que según algunas fuentes, servían para mantener amarrados durante las interminables jornadas de trabajo a los prisioneros que forzosamente participaron en la construcción de la presa. Por la ubicación de las argollas y la distancia existente entre aquéllas y la presa esta teoría puede resultar discutible, pero tampoco es descartable. 


Dependiendo del día y de la meteorología, en este tramo y el que discurre bordeando los meandros del curso bajo del río Lozoya, es posible que nos encontremos con otros senderistas que, según el caso, pueden ralentizar bastante nuestra marcha. Es un tramo muy estrecho y es complicado adelantar.