miércoles, 11 de abril de 2012

Con sólo cerrar los ojos

Me ocurre una cosa con las bandas sonoras de las películas que veo: mientras se desarrolla el film, las canciones van dando sentido a todo lo que ocurre. Sin embargo, una vez que finaliza me dejan igual y no despiertan en mí mayor sentimiento que la indiferencia. Me pasó por ejemplo con Forrest Gump, cuya banda sonora es una obra maestra de los años dorados del pop-rock estadounidense. He intentado escuchar "California Dreamin'" de The Mamas & The Papas tras ver la película y no me ha hecho revivir ni sentir en ningún momento lo que me transmitió la película cuando realizaba una visión de la época hippie en el Estados Unidos de los años 70.

Eso, hasta el pasado sábado. Que una película contemporánea, ambientada en la época actual, comience con una pieza de piano indica que no se trata de una película cualquiera. Pero si encima esa pieza es el "Nocturno in B-Flat Minor, Op 9, n. 1", de Frédéric Chopin la cosa sólo puede deparar buenas sorpresas a partir de ese momento. 

Ocurrió en Intocable y jamás pensé que una canción, encuadrada en una determinada escena, que da sentido únicamente a esa escena y no destinada a perdurar más allá del metraje de esa escena, pudiera permanecer no sólo en la retina sino en el oído por tanto tiempo. Es cierto que si fuera una canción al uso (con letra y música comercial se entiende) y me pidieran que la interpretara de algún modo no sabría hacerlo, pero quedó en mí la esencia de esa pieza, la tristeza y la desolación que encierran sus primeras notas, y a partir de ese momento, con sólo cerrar los ojos, la podré utilizar para cualquier momento que me plazca fuera de esa película. Por ejemplo ahora, en una madrugada en la que el viento azota con fuerza la ventana y el frío hace desapacible la noche en el exterior. Y es ello lo que me permite pensar que quizá esta noche sea como alguna de las que acompañaron a Chopin cuando compuso este Nocturno. ¿Por qué no? El haber hecho ya mía esta canción me otorga licencia para utilizarlo así, para intentar emularlo tocando las teclas de un portátil en vez de las de un piano.

Pero si de un Nocturno de Chopin para una noche de insomnio voluntario o involuntario se trata, mi preferido siempre ha sido, es y será éste: 




Buenas noches. Buenas madrugadas.

miércoles, 4 de abril de 2012

Inocencia y orgullo


Una deliciosa anécdota extraída del libro de Simon Leys, "La felicidad de los pececillos. Cartas desde las antípodas":

"MALENTENDIDO CREADOR. Hay obras que ganan al no ser comprendidas.

Una periodista que entrevistaba a Julien Green (hace ya bastante tiempo de esto) descubrió que éste era un espectador asiduo de las películas de James Bond. Pero, según una persona que le acompañaba a veces al cine, parece que el escritor se hacía un lío tremendo con la trama argumental. Esto, evidentemente, lo explica todo: la intriga más idiota debe de adquirir turbadoras honduras tras haber pasado por los filtros y los alambiques del autor de Moira.

En el terreno de este tipo de malentendidos creadores, recuerdo determinados públicos africanos cuya imaginación rayaba en lo genial. En mi juventud, hice un curioso viaje a pie a una región desfavorecida del Kwango, en el país de los bayaka. De vez en cuando venía allí, a los pueblos de la sabana, un comerciante griego equipado con una camioneta y un grupo electrógeno a organizar sesiones de cine ambulante (os hablo de antes de la Independencia; pues hoy, aun en el supuesto de que siguiera habiendo griegos emprendedores en la región, dudo que pudieran encontrar todavía pistas practicables para llegar a esas remotas aldeas). Las películas que proyectaba el griego eran viejas producciones de Hollywood con mujeres fatales, teléfonos blancos y gánsteres con puros y trajes a rayas. ¿Contaban estas películas con banda sonora? La verdad es que habría sido de escasa utilidad, pues los espectadores sólo comprendían el kiyaka. En cambio, inventaban, a partir de esas imágenes inciertas que bailaban en una pantalla improvisada en la noche rechinante de insec
tos, unas epopeyas prodigiosas que sobrepasaban con creces todo cuanto hubiera podido concebir nunca la imaginación de los guionistas de Hollywood.

martes, 3 de abril de 2012

Entierra la muralla

Hace unos años tuve la oportunidad de recorrer Madrid con un buen amigo (que ahora anda dentro de otros proyectos) mientras buscábamos los (pocos) vestigios medievales que aún se conservan, y una de nuestras paradas fue, como no podía ser de otra forma, uno de los lienzos de la muralla que se conservan al pie de la Catedral de la Almudena (en la Cuesta de la Vega, frente a la cripta).


Con lo que no contábamos, y por eso fue mayor nuestra sorpresa, fue con las excavaciones que por aquel entonces se estaban llevando a cabo en la Plaza de la Armería (entre el Palacio de Oriente y la puerta principal de la Catedral de la Almudena), y en las cuales se habían descubierto varios tramos de uno de los lienzos de la muralla árabe que rodeaba y protegía la antigua Mayrit. Nos fuimos de allí con la esperanza de que la zona fuera acondicionada, pues como se ve se encontraba en una situación deplorable, y algún tiempo después pudiéramos contar con un nuevo elemento arquitectónico de la época árabe en el paisaje madrileño.



Tras haber pasado varias veces por la zona y haberla encontrado siempre con un vallado que no permitía ver lo que se estaba realizando detrás que no llamaba excesivamente la atención,  entendiendo que lo que se estaba llevando a cabo era el acondicionamiento de la zona. Y nunca mejor dicho. El pasado viernes tuve la oportunidad de pasar nuevamente por la zona, y esta vez sí me atreví a mirar detrás de la valla que se había levantado, y me encontré con esto:


Toda la Edad Media batallando para hacer desaparecer las murallas de las ciudades que se pretendían conquistar y en Madrid han descubierto que lo más fácil es enterrarlas. Eso sí, dilapidando todo el patrimonio medieval descubierto en la zona en pos de una inútil y vallada explanada de granito. Desconozco si esta fechoría es obra del Gobierno central o del autonómico, o incluso de la Iglesia Católica, pero lo cierto es que una vez más tendremos tiempo suficiente de lamentarnos por lo que hemos dejado bajo la vorágine de una construcción desaforada que pretende vendernos utilidad enterrando siglos de Historia. Miedo me da sólo pensar todo lo que se ha sepultado porque los madrileños lleguemos cinco minutos antes al trabajo.