miércoles, 16 de julio de 2008

¿65 horas? Ni de coña

Hace unas semanas tuvo lugar un acontecimiento que, aunque tuvo cierta repercusión durante los primeros días, lo cierto es que se ha ido olvidando según ha ido transcurriendo el tiempo. Sin embargo, no creemos que esta sea una más de las medidas extravagantes que periódicamente llegan desde Bruselas. Nos estamos refiriendo, como indica la cabecera de este post, a la medida que aumenta el número de horas semanas de trabajo desde las 48 actuales hasta las 65, lo cual supondría una involución impropia en una sociedad avanzada, como lo es la europea del s. XXI.
La polémica medida necesitaba contar con la aprobación del Parlamento Europeo para ser aprobada, lo que finalmente acabó sucediendo. Sin embargo, existía posibilidad de restar legitimidad a esta decisión si algún Estado miembro se hubiese opuesto a la misma de una forma contundente, como hizo en un primer momento el Gobierno español, para finalmente acabar reculando y dar su apoyo implícito, es decir, pecando de tibieza (lo cual puede hacer recordar a los que pobablan el primer círculo de Infierno en la Divina Comedia de Dante, los cuales estaban condenados a sufrir toda la eternidad picaduras de avispa y estar rodeados de gusanos, al tiempo que sufrían las negativas de Carón para ser transportados al otro lado de la Laguna Estigia).
En definitiva, según el texto de esta medida lo que se pretende con ella es fomentar la negociación individual de los trabajadores con sus respectivos patronos para llegar a un acuerdo respecto el número de horas que se desea trabajar. Sin embargo, no hace falta ser un gran conocedor del sistema de relaciones laborales español (y de otros países de nuestro entorno) para darnos cuenta de que el trabajador siempre tiene las manos atadas por aquél que dispone sobre su medio de vida, y por lo tanto, deberá plegarse en multitud de ocasiones a la voluntad del empleador, quedando la medida desvirtuada desde el momento de su promulgación.
Desde luego, si vergonzante es el hecho de este aumento tan drástico en la jornada laboral de los trabajadores europeos, lo es más el hecho de que un Gobierno socialista como el español, último reducto de la izquierda en Europa, no haya sabido dejar a un lado los complejos y plantar cara al resto del continente en bloque (como ya ocurrió entre otros casos con la aprobación de la no-nata Constitución Europea), vetando la Directiva que aprobaba el aumento de las horas semanales de trabajo.
Por todo ello, desde aquí deseamos que una vez aprobada la norma, ésta entre lo más tarde en vigor, y que desde luego, desde las Administraciones se vele para que se cumpla la letra y el espíritu de esta Directiva, que resulta nefasta para los derechos adquiridos por medio de las luchas y las concesiones de los trabajadores a lo largo de estos dos siglos de luchas sociales, y que visto lo visto, no se prevé que tengan un final próximo.
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E-mail al Presidente del Gobierno (16 de julio de 2008):

Buenas noches,

Hace unas semanas llegaron unas preocupantes noticias desde Bruselas: sin darnos cuenta habíamos vuelto al siglo XIX: la jornada laboral de 8 horas que tanto sudor y lágrimas ha costado conseguir a nuestros antepasados ha sido hecha trizas delante de nuestros ojos, y sin necesidad de nocturnidad y alevosía, y lo peor de todo, con la connivencia del Gobierno español, a la cabeza del cual usted se encuentra, y específicamente del Ministro de Trabajo e Inmigración, D. Celestino Corbacho.

Esta medida no se corresponde en nada con el espíritu y el talante del que usted presumía (e hizo efectivo) durante la legislatura pasada, sino que más bien pone en un brete a los votantes habituales de su partido, pues todavía no alcanzamos a entender muchos de nosotros como es posible que se pueda aprobar por parte de su Gobierno (bien vale que absteniéndose, lo cual significa una aceptación implícita) una medida tan ignominiosa como la que aumenta a 65 las horas que un trabajador ha de prestar en su centro de trabajo, constituyendo la misma un aumento de 18 respecto de las actuales.

Espero, por el bien de todos los ciudadanos, y por el suyo propio, que sea coherente en la aplicación de la norma, y su prioridad sea la de proteger y defender al trabajador, el cual constituye la parte débil de toda relación laboral. Y espero que así sea, porque su postura en el procedimiento de aprobación de la norma no lo ha sido en absoluto, ya que como le decía, han sido dejados a un lado los principios que constituyeron el motor de cambio que nuestro país necesitaba en la pasada legislatura.

Un afectuoso saludo,

Roberto Manzano del Pino

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